Mi nombre es Rai, posible diminutivo tanto de Raimundo como
de Raimunda. Hace tiempo que se eliminaron todos los adjetivos y nombres que
tenían calificativo de género, tanto en un sentido como en otro, reduciéndose
todos ellos a palabras neutras.
Me trajeron a la vida tal y como se define el 8 de marzo de
2029 durante el trascurso de los últimos grandes altercados. Formo parte de una
nueva especie, una creación propia del ser humano, traída a la vida con la
finalidad de crear una igualdad completa y real. O esto afirman los creadores
tanto de mi como de los nacieron antes y después que yo. Como consecuencia de
todo lo acontecido el Homo sapiens ya está casi extinto. Nos encontramos en 2058
y los indeterminados poblamos la gran mayoría de los asentamientos.
“Ni hombre ni mujer, ni femenino ni masculino, simplemente
humano”. Con este eslogan llevado al extremo surgió un nuevo negocio, el de
crear seres humanos que sin poder entrar en la clasificación de hermafroditas no
eran ni una cosa, ni la otra. Con genitales, rasgos faciales y corporales
ambiguos y sin capacidad para la reproducción. El reparto de la población según
géneros en terrenos separados e independientes, junto con las ayudas por parte
de los gobiernos a las empresas oportunistas, llevaron a la insostenible
situación actual.
Para entender todo lo que sucedió durante esos convulsos
años tenemos que retroceder tiempo atrás, antes de que yo anduviese entre los
nacidos.
Rondaba el año 2020. Partiendo de una convivencia enrarecida
las cosas estaban cada vez peor entre géneros. Las disputas se sucedía día sí, día
también. La situación se había vuelto insostenible. Se dejó de acudir al trabajo,
a la escuela; se comenzaron a limitar las salidas a la calle y con ellas llegaron
los toques de queda y los vetos.
Poco después se produjo la ruptura. Los hombres con los
hombres y las mujeres con las mujeres, separados al principio por fronteras
ficticias y con posibilidad de cruzar. Siempre y cuando la visita fuese autorizada.
Pequeños estados con reglas propias y autosuficientes en gran medida.
Se sucedieron los muros y las prohibiciones expresas de
cualquier interacción con el opuesto.
La falta de acuerdos. La incapacidad para aprender y educar
en la igualdad. El extremismo llevado al absurdo nos hizo seguir un camino
destinado al fracaso, en el que solo triunfaron los que decidieron sacar beneficios
alimentando el odio. Las criticas y responsabilidades recaían sobre los que no
fueron capaces de dar soluciones reales. Estos, los reyes de la oportunidad, movidos
por la avaricia, comenzaron a buscar la forma de sacar beneficios de la situación
con la que habían perdido el poder y la credibilidad. Surgieron de esta manera
una serie de acuerdos millonarios entre los poderosos y aquellos dispuestos a
jugar a ser dioses. Siempre y cuando viniese acompañado de una enorme cantidad
de dinero.
La solución a la que llegaron fue la de producir seres
humanos en serie, sin marca alguna de sexo, obedientes y destinados a ir ocupando
el sitio que esos tozudos predecesores dejasen. Poco a poco estos nuevos seres
fueron colocados en las zonas que iban quedándose menos pobladas. Para
facilitar el proceso eran adjudicados a un ser humano, responsable de enseñarle
los aspectos básicos de la convivencia, así como de garantizar su integración y
supervivencia. Todo humano que se negaba a dicha labor pasaba a ser prescindible
y abandonado a su suerte.
Fue de este modo como yo, Rai, acabé bajo la tutela de
María. Una mujer de mediana edad y robusta. Acompañaba su duro aspecto una
mirada dulce y benevolente, unas manos siempre dispuestas a dar y una paciencia
infinita. Era la responsable del asentamiento de la zona Sureste de España y la
cabeza de uno de los núcleos de la revolución, como averigüe hará cosa de unos
días. Una visita inesperada a nuestra casa y una curiosidad desbocada por mi
parte hicieron que descubriese la existencia de ese grupo.
Sintiéndose destapada y temiendo que yo reportase todo
aquello a la cúpula superior, María decidió hacerme participe de todo cuanto
estaba sucediendo. Me enseño fotos, viejas películas, periódicos... Recuerdos
enlatados de un tiempo que fue mejor. Movida por la añoranza y su familia
masculina, aquella apacible mujer decidió enrolarse en la recuperación de lo
que fue su vida.
A partir de aquel día comencé a cuestionarme todo lo que
desde arriba me habían dicho y decidí ponerlo a prueba. Solo obtuve evasivas y
respuestas incompletas por parte de mis superiores a todo cuanto yo preguntaba.
Algo en mi reaccionó y activó el impulso que me hizo ponerme
a escribir y difundir esto que aquí podéis leer. En vuestra mano queda darme la
credibilidad que creáis conveniente. Yo me limitaré a difundirlo, a llevar el
mensaje de asentamiento a asentamiento. Esperando que más pronto que tarde sea
escuchado y aún podamos hacer algo al respecto. Volver a vivir algunos, empezar
a vivir otros.
Incurrimos en el mayor fallo de todos, en no darnos cuenta
de que ya éramos iguales, con diferencias, pero seres humanos al fin y al cabo.
Debido al odio infundado, a la falta de empatía y de
tolerancia, a la incapacidad para escuchar, se tomo la dirección equivocada. Llevándonos
a sepultarnos a nosotros mismos, tirando piedras sobre nuestro propio tejado.
Marionetas mecidas al ritmo de los de siempre que mientras tiraban de las
cuerdas iban trazando la ruta hacia el fatal desenlace.
¿Realmente no somos
capaces de construir y unir en lugar de destruir y separar? , ¿Tan difícil es
de concebir la igualdad?
No hay comentarios:
Publicar un comentario