sábado, 11 de marzo de 2017

En busca de la igualdad

Mi nombre es Rai, posible diminutivo tanto de Raimundo como de Raimunda. Hace tiempo que se eliminaron todos los adjetivos y nombres que tenían calificativo de género, tanto en un sentido como en otro, reduciéndose todos ellos a palabras neutras.

Me trajeron a la vida tal y como se define el 8 de marzo de 2029 durante el trascurso de los últimos grandes altercados. Formo parte de una nueva especie, una creación propia del ser humano, traída a la vida con la finalidad de crear una igualdad completa y real. O esto afirman los creadores tanto de mi como de los nacieron antes y después que yo. Como consecuencia de todo lo acontecido el Homo sapiens ya está casi extinto. Nos encontramos en 2058 y los indeterminados poblamos la gran mayoría de los asentamientos.

“Ni hombre ni mujer, ni femenino ni masculino, simplemente humano”. Con este eslogan llevado al extremo surgió un nuevo negocio, el de crear seres humanos que sin poder entrar en la clasificación de hermafroditas no eran ni una cosa, ni la otra. Con genitales, rasgos faciales y corporales ambiguos y sin capacidad para la reproducción. El reparto de la población según géneros en terrenos separados e independientes, junto con las ayudas por parte de los gobiernos a las empresas oportunistas, llevaron a la insostenible situación actual.

Para entender todo lo que sucedió durante esos convulsos años tenemos que retroceder tiempo atrás, antes de que yo anduviese entre los nacidos.

Rondaba el año 2020. Partiendo de una convivencia enrarecida las cosas estaban cada vez peor entre géneros. Las disputas se sucedía día sí, día también. La situación se había vuelto insostenible. Se dejó de acudir al trabajo, a la escuela; se comenzaron a limitar las salidas a la calle y con ellas llegaron los toques de queda y los vetos.

Poco después se produjo la ruptura. Los hombres con los hombres y las mujeres con las mujeres, separados al principio por fronteras ficticias y con posibilidad de cruzar. Siempre y cuando la visita fuese autorizada. Pequeños estados con reglas propias y autosuficientes en gran medida.
Se sucedieron los muros y las prohibiciones expresas de cualquier interacción con el opuesto.
La falta de acuerdos. La incapacidad para aprender y educar en la igualdad. El extremismo llevado al absurdo nos hizo seguir un camino destinado al fracaso, en el que solo triunfaron los que decidieron sacar beneficios alimentando el odio. Las criticas y responsabilidades recaían sobre los que no fueron capaces de dar soluciones reales. Estos, los reyes de la oportunidad, movidos por la avaricia, comenzaron a buscar la forma de sacar beneficios de la situación con la que habían perdido el poder y la credibilidad. Surgieron de esta manera una serie de acuerdos millonarios entre los poderosos y aquellos dispuestos a jugar a ser dioses. Siempre y cuando viniese acompañado de una enorme cantidad de dinero.

La solución a la que llegaron fue la de producir seres humanos en serie, sin marca alguna de sexo, obedientes y destinados a ir ocupando el sitio que esos tozudos predecesores dejasen. Poco a poco estos nuevos seres fueron colocados en las zonas que iban quedándose menos pobladas. Para facilitar el proceso eran adjudicados a un ser humano, responsable de enseñarle los aspectos básicos de la convivencia, así como de garantizar su integración y supervivencia. Todo humano que se negaba a dicha labor pasaba a ser prescindible y abandonado a su suerte.

Fue de este modo como yo, Rai, acabé bajo la tutela de María. Una mujer de mediana edad y robusta. Acompañaba su duro aspecto una mirada dulce y benevolente, unas manos siempre dispuestas a dar y una paciencia infinita. Era la responsable del asentamiento de la zona Sureste de España y la cabeza de uno de los núcleos de la revolución, como averigüe hará cosa de unos días. Una visita inesperada a nuestra casa y una curiosidad desbocada por mi parte hicieron que descubriese la existencia de ese grupo.

Sintiéndose destapada y temiendo que yo reportase todo aquello a la cúpula superior, María decidió hacerme participe de todo cuanto estaba sucediendo. Me enseño fotos, viejas películas, periódicos... Recuerdos enlatados de un tiempo que fue mejor. Movida por la añoranza y su familia masculina, aquella apacible mujer decidió enrolarse en la recuperación de lo que fue su vida.
A partir de aquel día comencé a cuestionarme todo lo que desde arriba me habían dicho y decidí ponerlo a prueba. Solo obtuve evasivas y respuestas incompletas por parte de mis superiores a todo cuanto yo preguntaba.

Algo en mi reaccionó y activó el impulso que me hizo ponerme a escribir y difundir esto que aquí podéis leer. En vuestra mano queda darme la credibilidad que creáis conveniente. Yo me limitaré a difundirlo, a llevar el mensaje de asentamiento a asentamiento. Esperando que más pronto que tarde sea escuchado y aún podamos hacer algo al respecto. Volver a vivir algunos, empezar a vivir otros.
Incurrimos en el mayor fallo de todos, en no darnos cuenta de que ya éramos iguales, con diferencias, pero seres humanos al fin y al cabo.


Debido al odio infundado, a la falta de empatía y de tolerancia, a la incapacidad para escuchar, se tomo la dirección equivocada. Llevándonos a sepultarnos a nosotros mismos, tirando piedras sobre nuestro propio tejado. Marionetas mecidas al ritmo de los de siempre que mientras tiraban de las cuerdas iban trazando la ruta hacia el fatal desenlace.

¿Realmente no somos capaces de construir y unir en lugar de destruir y separar? , ¿Tan difícil es de concebir la igualdad?

No hay comentarios:

Publicar un comentario